Los mecanismos relacionados con la transmisión del dolor ha conocido un desarrollo exponencial. Esto se debe a 3 factores: el concepto del dolor como enfermedad (no sólo como un síntoma), el desarrollo de nuevos modelos animales y de nuevas técnicas bioquímicas, y la colaboración entre la investigación básica y la experiencia clínica. Dicha colaboración ha permitido la creación de nuevos fármacos que han contribuido a mejorar el tratamiento de los pacientes con dolor crónico.

 

En este caso, cabe diferenciar entre el dolor agudo y el dolor crónico. El dolor agudo se origina a partir de un estímulo nocivo y causa una reacción inmediata, de alarma, en la persona. En cambio, el dolor crónico puede ser inflamatorio o neuropático (provocado por una enfermedad que afecta al sistema nervioso o sensorial) y subyacente, o no, a alguna afección; en este caso, el dolor no se produce como un sistema de defensa, convirtiéndose en algo que no aporta nada al proceso de curación de la persona, empeorando la calidad de vida y el sufrimiento del paciente.

 

Dolor agudo.

 

Se da como respuesta a un estímulo nocivo (químico, térmico, de presión…), las estructuras sensibles a estos estímulos son los nociceptores. Estos son terminaciones nerviosas que actúan como receptoras del estímulo nocivo y lo transmiten al sistema nervioso central.

 

Este sistema de transmisión de la sensación dolorosa es fundamental para la defensa y la preservación de la vida y, en la medida de lo posible, siempre se debe preservar.

 

Dolor crónico.

 

En caso del dolor crónico, no existe relación entre el estímulo doloroso y la respuesta que causa en el sistema nervioso central. En este caso, se produce una gran amplificación de la señal dolorosa, que se conoce como sensibilización neuronal, de manera que la información transmitida al cerebro causa una reacción dolorosa desproporcionada. Este desarreglo se produce tanto a nivel del sistema nervioso periférico como a nivel del sistema nervioso central.

 

En una situación de dolor crónico, el sistema nervioso periférico manda la información del estímulo doloroso hasta la médula espinal, provocando la segregación de una serie de sustancias químicas que inducen a la amplificación de la señal dolorosa hacia la médula espinal, lo que se conoce como sensibilización periférica. Esto contribuye al mantenimiento del dolor crónico.


También existe una sensibilización del sistema nervioso central: al llegar la señal dolorosa aumentada, se incrementa la liberación de glutamato que se une a unos receptores específicos. Estos receptores no se expresan en situaciones de dolor agudo. Al activarse, estos receptores provocan un aumento de la señal dolorosa.